Leyenda del Cardenal
Hace mucho tiempo, cuando los calchaquíes dominaban el noroeste argentino, Mama Quill (Luna) envió a su hija Chasca para que ayudara a los hombres y les enseñara a sembrar y aprovechar las hierbas como medicina para sus dolencias.
Chasca llegó a la tribu del bondadoso Punquillo, quien la recibió con simpatía y agradecimiento y le dio a su propio hijo Ancali como esposo. Ancali ayudó a Chasca a curar enfermos y extraer valiosas medicinas de las plantas de la región, con gran desagrado del Machi (hechicero) de la tribú, que hasta ese momento había ejercido la labor de curandero. Éste, deseoso de venganza, invocó a Zupay (diablo) para envenenar al cacique, y pronto Punquillo cayó enfermo de un misterioso mal que las artes y los conocimientos de Chasca fueron insuficientes para curar.
Al morir Punquillo, el Machi arengó a la tribu con falsas palabras: “Chasca y Ancali han causado la muerte de nuestro soberano – aseguró - para ascender al trono. Atémoslos en una elevada roca y dejémoslos abandonados”. Así lo hicieron: maniataron a ambos jóvenes y los dejaron en un alto peñasco, mientras varios soldados y guerreros les apuntaban con agudas flechas. Chasca, al ver que Ancali recibía en medio de su frente un certero flechazo, unió su cabecita morena a la de él y pronto la sangre de Ancali tiño la cabeza de ambos prometidos.
Fue entonces cuando Mama Quilla, compadecida de los jóvenes, los convirtió en dos pájaros de pluma gris y cabecita roja, a los que conocemos con el nombre de cardenales.